Los círculos hambrientos del alma. Parte II.
Isabela se encontró en una sala blanca, sin puertas, llena de destellos dorados que parecían flotar en el aire: reflejos del oro puro que lo cubría todo. Se dio cuenta enseguida. La avaricia la había convertido en algo parecido a Tío Gilito. Incluso tenía una piscina de oro en su cámara acorazada, replicando aquella idea…


