Tras dos años llenos de estudios, sacrificios y esfuerzo para alcanzar la carrera de tus sueños, llegas por fin a la universidad. Ese supuesto paraíso donde te dicen que estudiarás lo que realmente te gusta, aquello que está relacionado con tu pasión, lo que has soñado. Pero, al menos desde mi experiencia en la carrera de Educación Infantil, tengo que decir: MENTIRA. O, como mínimo, lo que nadie te cuenta sobre la universidad de infantil, te puede deprimir o desmotivar.
Recientemente he terminado mis prácticas en educación infantil, y puedo afirmar con seguridad que la teoría de las asignaturas y la práctica docente son dos mundos completamente distintos. Por un lado, las asignaturas universitarias están llenas de teoría: autores clásicos, fechas, leyes (algunas ya eliminadas), y, aunque puedo entender la importancia de conocer la historia de la educación, la realidad es que estas materias no te preparan para ser maestra.
Lo que nadie te cuenta sobre la universidad de infantil, es que no te enseñan a enfrentarte al día a día de un aula, ni a realizar tareas tan básicas como plastificar o fotocopiar unas simples páginas.
No enseñan a preparar propuestas reales y funcionales. Por ejemplo, se habla mucho sobre teorías del aprendizaje, como la fase silábico-alfabética, y nos piden diseñar ejercicios organizativos, ortográficos o sintácticos. Pero, ¿cómo se traduce esto en una propuesta concreta para niños pequeños? En realidad, lo que se necesita son herramientas prácticas, ideas creativas y adaptaciones personalizadas, que respondan a las necesidades reales de los alumnos. Y lamentablemente, de eso no se habla en las aulas universitarias.
Otro aspecto frustrante es la falta de formación en herramientas técnicas y prácticas esenciales. Durante las prácticas, me encontré con tareas cotidianas como organizar materiales, crear recursos didácticos o planificar actividades que captaran la atención de los niños. Pero esto no forma parte del currículo universitario. No hay asignaturas que te enseñen a montar un rincón de juegos, o a inventar actividades cuando surge un imprevisto. ¿Cómo es posible que algo tan básico no se aprenda en una carrera que debería estar enfocada a la práctica? Eso es lo que nadie te cuenta sobre la universidad de Educación infantil.
La brecha entre lo que se estudia en la universidad y la realidad del aula es abismal. Nos hacen creer que ser maestra consiste en dominar teorías y métodos, sin embargo ser maestra es mucho más que eso: es saber escuchar, empatizar, adaptarse a los ritmos y necesidades de cada niño, gestionar emociones, crear vínculos y… ¡ sí ! también lidiar con las tareas más mundanas y operativas.
Sin embargo, estos aspectos esenciales se aprenden sobre la marcha, en las prácticas o en el propio trabajo, no en las aulas universitarias.
Por eso, creo que la formación en Educación Infantil necesita un replanteamiento profundo. No estoy diciendo que debamos eliminar la teoría, porque sí, es importante conocer los fundamentos pedagógicos y la historia de la educación. Pero también necesitamos que la formación sea práctica, aplicable y relevante para el día a día en el aula. Necesitamos aprender a crear propuestas didácticas que realmente funcionen, a gestionar el aula de forma eficiente y, sobre todo, a convertirnos en profesionales preparados para la realidad, no solo para aprobar exámenes.
La vocación no lo es todo. La pasión por enseñar es el motor, pero sin las herramientas adecuadas, ese motor no tiene dirección. Como futura maestra, mi objetivo es seguir aprendiendo y mejorando, pero también alzar la voz para que esta realidad cambie. Porque la educación de los más pequeños merece algo mejor, y nosotr@s, las futuras docentes, también.
Querida Lobasina,
Tienes mucha razón, se deberían actualizar la enseñanza universitaria, para adaptarlas a las necesidades de los alumnos priorizando la práctica a la teoría.
Me ha encantado tu reflexión y espíritu crítico, me gusta ver comprometida con tu futuro trabajo. 💕