Hay momentos en los que la vida te aprieta el pecho sin aviso. No porque te pase algo a ti directamente, sino porque ves cómo alguien a quien quieres —un compañero, un amigo, tu pareja, tu hijo, incluso un desconocido— está sufriendo injustamente. Son esos instantes cuando ves la injusticia proyectada en quién, probablemente, no lo merece.
Muchas veces, gente que tú sabes que lo da todo, que no molesta a nadie, que va por la vida con el corazón abierto… ¡Zas! La vida —o alguien con muy poca luz interior— le mete un revés.
Y tú lo ves y por dentro ardes, literalmente.
Primero viene la frustración, porque piensas: «¿Por qué a esta persona? ¿Por qué, si tiene tan buena onda? ¡No lo merece!».
Y entonces te sientes con una rabia que no sabes dónde meter. Te morderías las uñas, la lengua y hasta el alma. Y encima, como no sabes qué hacer, te sientes impotente. Como si fueras invisible, como si tu amor no fuera suficiente. Y te digo algo: eso, amiga o amigo mío, le pasa hasta a las rubias mágicas.
Sí, sí, aunque tenga rizador de pestañas con purpurina, también tengo días en los que solo quiero desaparecer. Porque cuando ves sufrir a alguien que quieres, lo único que deseas es que pare ya.
La magía de estar
Pero aquí viene el hechizo verdadero. No hace falta tener una varita para hacer magia.
A veces, lo que más cura no es el gran gesto, sino estar. Estar sin decir nada. Estar sin consejos. Estar sin juzgar.
Ser esa presencia suave, como una manta calentita en una tarde fría. Y no, eso no es poca cosa. Es lo que cambia el mundo a pequeña escala.
Porque el mundo no se arregla todo de golpe. Se empieza por no dejar sola a la persona que quieres. Por mirarla a los ojos y decirle, sin palabras: «Estoy aquí. No me voy».
Así que, si hoy te duele el alma por alguien a quien amas, escucha tus sentimientos. Límpiate las lágrimas si hace falta. Respira profundo. Y recuerda esto:
—No necesitas hacerlo perfecto. Solo necesitas hacerlo con amor.
—No tienes que salvar a nadie. Solo no soltarle la mano.
—No tienes que entenderlo todo. Solo ser parte del abrazo que necesita.
Confesiones con rímel
(sobre la amistad y cómo resistir juntos cuando ves la injusticia)
A veces no hacen falta gritos para que el alma se rompa. Basta un correo frío, una mirada esquiva o una decisión tomada desde un despacho donde nunca entró el corazón.
Hoy quiero hablar de eso. De lo que duele cuando ves a una compañera —una amiga ya— irse del trabajo, cuando ves la injusticia de su despido. Cuando se marcha, no por merecerlo, sino porque el sistema es duro, ciego e impersonal.
Y tú te quedas con el alma hecha un puño. Te quedas con su taza en la cocina, con su silla vacía, con las frases que solía decir, con esa sensación rara de que algo esencial se ha ido, como si le hubieran arrancado un pedazo de alma al sitio.
Pero también pasa algo más. Te das cuenta de lo importante que es tenernos los unos a los otros.
Porque cuando una compañera se cae, aparecen los brazos de otra que la levantan. Cuando una no puede ni llorar, otra se pone en su lugar y dice: «tranquila, estoy contigo».
Compañeros y amigos
Y ahí está la magia.
No es solo un trabajo. Son las miradas cómplices en medio del caos.
Es el «¿Te traigo un café?», sin necesidad de palabras. Es saber que hay alguien que te escucha cuando el mundo te silencia.
Nosotros, los compañeros de trabajo, tenemos esa cosa tan poderosa: la compasión convertida en coraje.
Y por eso, aunque nos dolió verlas marchar, aunque la injusticia nos dejó sin aliento, no nos rendimos.
Seguimos, más unid@s. Más despiert@s, más conscientes de que la empatía también puede ser un acto revolucionario.
Así que a ti, que hoy lloras en el baño o en silencio frente al ordenador, te digo: no estás sola.
Puede que no podamos cambiar el sistema de un día para otro, pero sí podemos hacer que quienes lo habitan no se sientan solos ni olvidados.
Y sí, nos duele; y sí, nos cabrea, pero también nos une. Porque una red de compañeros de trabajo que se cuidan entre sí es más fuerte que cualquier despido injusto.
Aguantar
Porque mientras haya rímel, habrá lágrimas, pero también brillo, coraje y resistencia.
Y así están las cosas, amiguis del teclado y del bocata envuelto en papel de aluminio… entre pausas de estrictos minutos.
Entre despidos que duelen, silencios que pesan y cafés que ya no saben igual sin ciertas risas a media mañana. Lo cierto es que nos ha tocado el alma.
Esto va de personas buenas, humanas y currantes que lo dan todo y aún así se ven fuera por decisiones que no entienden ni los de Recursos Humanos. Se les ve el plumero cuando intentan justificarlas.
Y sí, lloramos un poco. Se nos corre el rímel, se nos cae alguna pestaña postiza, y hasta al más estoico se le empañan las gafas. Porque cuando la oficina se vacía de gente buena, no queda documento de Excel que lo cuadre.
Pero ojo…
Esto también va de resistencia, de equipo. De esa tribu loca y maravillosa que, aunque esté hecha de personas distintas, se entiende con una sola mirada.
Y así, entre magia cotidiana, abracitos medio disimulados y alguna amenaza de revolución pasiva por el grupo de whatsapp, vamos resistiendo.
Un equipo, una familia rara, una panda de locos funcionales que se cuidan cuando el mundo no.
Porque podrán movernos, cambiarnos de sitio o quitarnos a quienes amamos… pero no nos quitarán las ganas de apoyarnos, de hacer piña y de no perder nunca la chispa.
Disponible también en iVoox.
Querida hechicera Rubia,
Gracias por compartir este texto tan profundo y emotivo. Es un manifiesto sincero sobre el dolor que deja la injusticia en el entorno laboral, pero también sobre la belleza de la empatía, la amistad y la resistencia compartida.
Refleja con mucha verdad la impotencia que sentimos al ver una injusticia que afecta a alguien que queremos.
Te aseguro, hechicera Rubia, que esa amiga verá la humanidad, reconocerá lo valioso de simplemente “estar”, sin necesidad de soluciones heroicas.
Ojalá quienes toman decisiones lean esto y recuerden que detrás de cada número hay una historia, una vida, una risa y una mesa que ahora se queda huérfana.
Nos vemos en tu próxima reflexión!!
Te espero con impaciencia!! 😘
Tus palabras han sido como rocío sobre las hojas de un bosque antiguo… suaves, sinceras y profundamente sanadoras. Gracias, alma sensible, por hablar desde ese lugar donde la verdad no duele, sino que abraza.
Has conseguido transmitir no solo la injusticia, sino también la unión y el respeto que hay en el equipo. Gracias por dar voz a lo que muchos pensamos. Nos leemos pronto hechicera rubia🤗
Tus palabras han cruzado el umbral, no como flechas, sino como manos tendidas. Gracias por sostener el fuego sin quemar, por recordarnos que la lealtad no siempre es callar, sino a veces decir lo necesario con nobleza.