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El amor verdadero y el valor del compromiso
El amor verdadero y el valor del compromiso

El amor… cuántas veces lo pronunciamos, y qué pocas veces lo comprendemos. Vivimos en una sociedad donde todo se consume rápido: las modas, las amistades, los trabajos, incluso los afectos. Y en medio de esta prisa, parece que también hemos reducido el amor a una chispa pasajera, a un juego sin consecuencias, a una experiencia que caduca tan pronto como deja de arder el fuego de la pasión inicial… Por eso han crecido nuevos vocablos en la jerga: “Los follaamigos”, “los casi algo”, “los rollos”, “el amigo o amiga con derecho al roce”, etc. ¿Dónde han quedado el amor verdadero y el valor del compromiso?

El amor, el verdadero amor, es mucho más profundo que ese fuego fátuo, es mucho más prolongado que la energía germinal de un encuentro hormonal. No se trata únicamente de ese cosquilleo en el estómago tipo película de Pixar, ni de las noches de deseo, ni de los mensajes constantes en los primeros meses. Tampoco es el control de su Instagram, sus estados, etc. que roza la obsesión fatal. Eso es enamoramiento y sí, es maravilloso, casi un hechizo. Pero, como toda chispa, es efímera, tanto como nuestra existencia en la tierra, ¡sin ánimo de ser fatalista ni pragmática! El amor de verdad es lo que queda después, lo que sobrevive cuando la magia del principio se calma, cuando las máscaras se caen y la vida cotidiana muestra su rostro real.

Porque mira lo que te voy a decir, y bien clarito…

Cuando empieza el amor, la relación con ese chico o chica, cuando todo es nuevo y las hormonas están a tope, lo normal es que no veas más allá de esa persona. Esa fase de tu relación es como ponerse unas orejeras de burro, que solo dejan mirar en una dirección. Todo te parece mágico, todo te parece perfecto. Esa es la fase del enamoramiento, donde el corazón late más rápido que el cerebro… ¡Ay, alma de cántaro!… y el cerebro apenas piensa.

Ahora bien, si en ese momento —en el más intenso, en el más cegador— ya tienes dudas, si algo dentro de ti te dice: “no me llena del todo”, escucha tu voz. Porque el corazón sabe mucho más de lo que creemos. Y si, incluso con toda esa euforia, no lo ves claro y estás triste sin saber por qué, solo hay una respuesta: algo falla.

El amor verdadero tiene que tener un conjunto de cosas: química, física, atracción, conexión espiritual, admiración… Quien diga que no hace falta la atracción, miente. Tiene que haber ese cosquilleo, esas ganas de comerle la boca, de sentir sus brazos entrelazados alrededor de tu cuerpo, esas ganas de oler, observar, ese “solo quiero estar contigo y con nadie más”. Sin eso, lo que construyas no será sólido. Tiene que existir la admiración que provocará una gran energía de atracción. Y no solo la cósmica, que eso ya nos encargamos las hechiceras en el inframundo.

Si desde el inicio sientes que dudas, que no te completa, que no vibra contigo, entonces no te engañes. Porque más adelante, cuando la pasión baje y la rutina aparezca, esas dudas crecerán el doble. Tu intuición ya te está hablando, ya te dice: “No es por aquí”. Y lo mejor que puedes hacer es apartarte y esperar a la persona que sí despierte en ti esa locura bonita y hechizante, esa mezcla de deseo, conexión y paz. 

Sí, lindos mortales que vivís en vuestra caverna, el amor es entrega, pero también es certeza. Y si no lo sientes desde el principio, a pesar de que esa persona te diga “te quiero”, si no estás como hechizado y obnubilado, si no ves en esa persona tu reflejo y tu hogar, entonces no es el amor que necesitas. Y tú, cariño, no mereces menos que eso.

El miedo al compromiso en estos tiempos

Hoy en día escucho a muchas personas decir: “No quiero novio”, “No me quiero casar”, “No estoy para compromisos”. Y lo dicen, no porque quieran no compartir tiempo con esa persona, o porque no lo deseen en el fondo, sino porque tienen miedo. Miedo a equivocarse, miedo a sufrir, miedo a que la otra persona no sea la correcta. Y ese miedo, en esta sociedad actual, se ha hecho tan grande que nos paraliza.

Pero, ¿desde cuándo el amor se calcula como si fuera una ecuación? ¿Desde cuándo buscamos garantías como si el corazón fuera un contrato? El amor siempre implicará riesgo, porque amar significa entregarse, abrirse, desnudarse emocionalmente. Y claro que puede doler. Pero sin ese riesgo, jamás se alcanzará lo verdadero. Y si no quieres arriesgar, es porque no quieres a esa persona de verdad. 

Vivimos en una sociedad que nos ha enseñado a usar y a soltar. Nos relacionamos por conveniencia, por lo que el otro nos da, por lo que a “nosotros” nos aporta. Y en cuanto deja de “servirnos”, lo desechamos. Hemos olvidado que el amor no se trata de lo que recibo, sino de lo que comparto. Que no es una transacción, sino una decisión constante de cuidar y sostener.

El amor no es solo enamoramiento; el amor verdadero es compromiso. 

Ya sé que soy plasta con el tema, pero quiero volver a detenerme en este punto, porque muchas veces confundimos el amor con la primera etapa: el enamoramiento. Esa fase de mariposas, de adrenalina, de todo perfecto, en la que creemos que la otra persona no tiene defectos, donde vivimos en un sueño. Pero eso no es amor. Eso es el hechizo inicial, el canto de sirena que nos atrae.

El amor verdadero empieza después, cuando la novedad desaparece. Es ahí cuando miramos al otro con sus luces y sus sombras, con sus virtudes y sus defectos, y aun así decidimos quedarnos. Amor es cuando ya no hay máscaras, cuando la rutina entra en escena, y aun así seguimos eligiendo a esa persona cada día.

Es verdad que el sexo, la pasión y la atracción son importantes, claro que sí… ¡Además, reactiva más que una lavadora en pleno centrifugado! ¡Pero, no!, el amor auténtico es también ternura, paciencia, comprensión, cuidado… hasta en las formas de decir las cosas, para no herir a la persona que te está mirando. Es pensar en el otro más que en uno mismo, es estar en los días buenos y sobre todo en los malos. Es saber que no todo será perfecto, y aun así desear recorrer el camino juntos.

Porque vivimos en una sociedad, almas mías, donde reina el yoísmo.

El yo, yo, yo y solamente yooo.

“Lo que yo siento”

“Lo que yo necesito”

“Primero tengo que entenderme para quererte”.

“Necesito saber lo que quiero antes de estar contigo”.

“Te quiero, pero a veces me agobias, necesito mi espacio”.

¿Ya toca?

Y yo digo… ¡Vale, perfecto! Pero al final, ¿qué pasa? Que estamos tan centrados en nuestro propio ombligo que nos olvidamos de mirar al otro. Vivimos con un calendario emocional: “Ahora sí me toca enamorarme, ahora no me toca porque estoy en proceso de sanación, ahora me apetece estar contigo porque yo me siento bien, pero mañana… quién sabe”. Y claro, así el amor no funciona. Solo cortocircuita.

El amor no es un “porque me toca”. El amor es “porque me nace”. Porque cuando amas de verdad, no te pones excusas de agenda ni te escondes detrás de frases de autoayuda como la típica de “No eres tú, soy yo” o “Si te quiere, te hará llorar”… ¡Venga ya! Quien te quiere no te hace llorar, sino que se le ilumina el rostro cuando ve que sonríes porque saca lo mejor de ti mismo. El amor de verdad te arrolla, te transforma, te hace pensar menos en ti y más en el otro.

Pero eso sí, tampoco vamos a romantizar como en las películas. Que en la pantalla todo es perfecto: el chico es guapísimo, es vikingo con unos abdominales perfectos y melena al viento; ella se despierta cada mañana maquillada y oliendo a rosas… ¿En serio? Ja, ja y dos veces ja. En la vida real, los vikingos también devuelven el aliento por la mañana, se tiran pedos, roncan como osos y tienen días de mal humor. Y ellas también. Y ahí está la gracia, porque si no, sería todo tremendamente aburrido.

El amor verdadero no está en el cliché de película ni en el postureo de Instagram. El amor está en aceptar que la persona que tienes al lado no es un héroe mitológico, sino un ser humano con defectos, rarezas y manías… ¡Ahhh! Y equivocaciones.

Y aun así, sigues diciendo: “te elijo”. Así que recordad, almas errantes: dejad un poco de lado el yo, yo, yo, y empezad a mirar más al “tú y yo”. Porque la verdadera magia del amor no se da cuando uno solo brilla, sino cuando dos corazones deciden brillar juntos… aunque alguno pegue bufidos y el otro tenga los pies fríos en invierno y te toque los tuyos.

El amor como compromiso

Compromiso… una palabra que en el año 2025… ASUSTA.

Es escuchar compromiso y… Hay quienes corren como si fueran velocirraptores. Es esa palabra que, al decirla, hace sudar más que una clase de spinning. Lees “compromiso” y escuchas un mix de las bandas sonoras de Psicosis y el Exorcista. Os juro por Snoopy que hay mortales que, al escuchar la palabra “compromiso”, piensan que es una secta secreta de la que no se puede salir. Malditas etiquetas: novio, novia, mujer, marido… SOCORRO… ¿Compromiso? Sí, sí, les provoca diarrea.

Hoy lo vemos como pérdida de libertad, como cadenas. Pero el compromiso no es una cárcel, sino una ELECCIÓN. Es mirar a alguien y decir: “De todas las posibilidades, elijo estar contigo”, “Apuesto por ti”.

Consiste en construir un “nosotros” que trasciende al “yo”. Significa que ponemos esfuerzo, cuidado y tiempo en el otro, en lugar de salir corriendo al primer obstáculo.

El verdadero amor es compromiso, porque sin él, todo queda en la superficie. ¿De qué sirve vivir intensamente unas semanas o los meses de verano… si luego lo tiramos todo a la basura?

El amor de verdad es perseverancia, es paciencia, no mentir, es construir poco a poco un hogar emocional donde ambos puedan crecer.

El amor de tu vida…

Dicen que cuando conoces al amor de tu vida, lo sabes. No porque aparezcan fuegos artificiales, sino porque encuentras paz. Es tu lugar más bonito. El amor de tu vida no es el que te hace vivir en un vaivén constante de emociones extremas, sino el que te hace sentir en casa. Que cuando estás con él o ella, eres tú. Te gusta más cómo eres y te sientes completo/a a su lado. Es esa persona a la que no solo deseas, sino a la que admiras, respetas y agradeces. Cuando lo encuentras, te das cuenta de que el amor no es solo emoción, sino también decisión. Si dudas, si no es el momento, si tienes que tener mucho tiempo para confiar en él o en ella, ¿qué haces? NEXT.

Además, ¿te cuento un secreto? La persona que te quiere en su vida no tendrá dudas porque solo tendrá en cuenta cómo no herirte. Tendrá ganas de regalarte su tiempo, porque su tiempo contigo es una inversión, no una pérdida. El tiempo contigo será para esa persona el tiempo más valioso, el que no cambia por nada.

Vivimos en un mundo que nos empuja al individualismo, al consumo rápido, al usar y tirar. Pero el amor de verdad no funciona así. El amor verdadero exige entrega, compromiso y, sobre todo, valentía. Coraje para no huir, para quedarse, para cuidar. Así os pregunto, almas lúcidas: ¿Qué tipo de amor estáis viviendo? ¿El que dura lo que dura una chispa, o el que enciende una hoguera que puede arder toda la vida? El amor no es fácil, ni rápido, ni cómodo. Pero es, sin duda, el mayor de los hechizos que podamos experimentar.

Y recuerda: el amor no se busca en lo que el otro puede darte, sino en lo que tú estás dispuesto a entregar. 

Te lo dice con mucho amor: 

Tu hechicera Rubia.


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