Por qué es esencial desconectar del móvil

¿Por qué es esencial desconectar del móvil?

A ver, tesoros míos: todos adoramos nuestros móviles. Son como ese amigo pesado que siempre quiere salir en todas las fotos, “los chupacámaras”… Pero también te roba la paz mental, el sueño y unas cuantas neuronas si le das demasiada confianza. La ciencia, sí, esa señora seria que siempre lleva bata blanca, ha demostrado que abusar de las pantallas, sean móviles, tabletas o el “solo voy a ver un vídeo de La isla de las tentaciones”, tiene un precio. Y no se paga en euros: se paga en atención, en calma… y en salud.

Los psiquiatras nos cuentan que, cuando los peques y adolescentes se pegan demasiado tiempo a las pantallas, pueden aparecer comportamientos más intensos que en una telenovela turca: violencia, dificultades de aprendizaje, problemas para comprender… Y todo porque esas horas de scroll sin fin afectan a una parte importante del cerebro: la corteza prefrontal, la jefa suprema de decisiones, planificación, sentido crítico y autocontrol. Vamos, la que nos impide mandar un mensaje dramático a las dos de la mañana o comprarnos una cafetera industrial sin necesitarla.

Esta zona del cerebro también es clave en la regulación emocional y la personalidad. O sea: es importante. No es un accesorio. No es como perder un pendiente; es más como perder tu GPS interno o, para las hechiceras, su magia.

Y cuidado, porque uno de cada cuatro adolescentes podría tener nomofobia, que es básicamente el miedo irracional a estar sin móvil. Sí, existe, tiene nombre oficial y todo. Tan serio es el tema que hasta hay un Día Mundial Sin Móvil: el 15 de abril. Apúntalo, o mejor no lo apuntes, al menos no en el móvil… Uy, qué contradicción. 

Pero, ¿por qué nos enganchamos tanto? Fácil: la dopamina, ese miniduende químico que vive en nuestro cerebro y que se emociona muchííísimo cada vez que alguien nos da un like, nos escribe o nos manda un meme tontísimo. Os lo dice aquí una humilde servidora, que cada vez que recibe un like en este blog es como una chispa de fiesta para mí. Y claro, si no aprendemos a gestionarlo, el móvil puede convertirse en una pequeña adicción brillante, portátil y silenciosa… como un villano elegante, estilazo Amo Luc o Thanos. 

Beneficios de reducir el uso del móvil (según la hechicera rubia, que ha quemado más de un móvil en calderos burbujeantes).

Reducir el uso del móvil no es solo cosa de sabios… también es cosa de supervivientes. Porque ya me dirás cuántas veces has tenido el corazón en un puño por si te has dejado el móvil en el baño de un centro comercial, en el coche o dentro de una bolsa de patatas fritas. Así que, por tu paz mental y la de todo un reino entero, aquí te explico por qué es tan mágico desconectar un poquito del satánico aparatito.

1. Más habilidades sociales, menos conversaciones con máquinas.

Sorprendente, pero cierto: si los niños quieren jugar con sus amigos, lo mejor es… ¡Que se vean! Nada de “te mando un emoji llorando”, no: una lagrimita real, una risa inocente y un empujoncito amistoso que no venga acompañado del mensaje “¿sigues ahí?”.

Cuando se encuentran cara a cara, desarrollan habilidades mágicas como compartir, resolver conflictos, empatizar… ¡Y hasta mirarse a los ojos sin que les dé un síncope!

2. ¡Más calidad de vida!

Al usar menos el móvil, de repente aparece algo maravilloso: tiempo.

Tiempo para la familia, para los amigos, para correr, saltar, lanzar hechizos o simplemente respirar sin notificaciones intermitentes. Y encima, mientras hacemos ejercicio, se despiertan más de 50 hormonas en plan fiesta sorpresa: serotonina, dopamina, endorfinas… ¡Todas las VIPS del buen humor! El efecto secundario: mejor salud física y mejor humor. A veces incluso en adultos gruñones, que últimamente me cruzo con muchos.

3. Subidón de productividad (y menos accidentes mágicos)

Tener el móvil cerca mientras estudias o trabajas es como tener un duendecillo hiperactivo tirándote del pelo. Distracción, distracción y más cool distracción. Rindes menos y encima te frustras… ¡Diosss, se me ha volatilizado el tiempo! ¿Qué ha sucedido? ¿Me habrá atrapado un agujero negro?

Os lo digo yo: cada vez que intento preparar un hechizo importante, si tengo el móvil cerca… ¡Termina dentro del caldero! Y os juro que no hay seguro que cubra eso.

4. Sueño más profundo (sin luces azules arruinando la noche).

Las pantallas emiten esa luz azul que engaña al cerebro y le dice: “¡Despierta, que es de día!”. Es como cuando Peter Pan y su panda de niños se sienten atraídos por la pedorra de Campanilla con sus aleteos que lanzan polvos mágicos. Espóiler: esos polvos no son como los que lanza esta humilde hechicera rubia, son de marca blanca.

Resultado: menos melatonina, más vueltas en la cama, estilazo croquetas de la abuela y un despertar digno de un troll mal peinado… o de Campanilla, que todos la conocéis con su moño perfecto, pero es para ocultar sus puntas abiertas en Fantasía. 

Desconectar ayuda a que el cuerpo active su magia natural para dormir bien.

5. Mejor salud visual (y menos ojos de búho cansado).

Según un estudio realizado este año por la Universidad Complutense de Madrid, la luz de las pantallas castiga a las neuronas de los ojos.

Para los niños, además, los oftalmólogos pediátricos avisan: un 30% de los problemas visuales vienen del uso de videojuegos y dispositivos electrónicos.

Vamos, que los ojitos necesitan descansar… ¡Y ver algo más que píxeles! A no ser que sea el ojo de Saurón, que ese está abierto las 24 horas como una farmacia de guardia… y lo ve todooo.

6. Aumento de la felicidad (sí, en serio, felicidad real y palpable).

Menos pantalla equivale a más vida.

Cuando los niños (y los mayores, ejem, ejem…) vuelven a conectar con la realidad, con cosas sencillas como jugar, pasear, hablar, reír, la ansiedad baja y la alegría sube. 

Porque compararse con vidas perfectas en redes sociales es receta garantizada para la tristeza instantánea y la frustración.

De hecho, la ansiedad y depresión juvenil han aumentado un 70% por culpa de ese espejismo. Porque en las redes sociales todo el mundo es perfecto: perfectos escritores, perfectos amigos, perfectos cocineros, perfectos brujos ancestrales, perfectos influencers, perfectos “yo jamás madrugo con cara de pingüino mareado”. Compararse con eso nos deja  el ánimo como una poción mal hecha: grumosa y decepcionante… y a veces con algún pelo rubio que se ha colado.

Así que, por favor, apaga el móvil de vez en cuando… Tu mente, tu cuerpo y tus hormonas te lo agradecerán con una reverencia digna de cuento.

7. Mejora la postura corporal.

Adiós al famoso síndrome del cuello roto, provocado por pasar horas mirando hacia abajo como si fuéramos exploradores buscando hormigas. Eso lo hacía, en mis tiempos mozos, mi amiga, la niña del exorcista, y tuvo que convertirse en buena porque su columna no era feliz.

Menos móvil equivale a una columna más contenta.

8. Aumenta la concentración. 

La multitarea tecnológica nos ha costado un precio cognitivo alto: la atención. Pero reducir pantallas permite que tu mente vuelva a enfocarse como un rayo láser… pero sin quemar nada (bueno, en teoría).

Señales de que necesitas desconectar del móvil

Durante el confinamiento pasamos más de 9 horas pegados a dispositivos digitales, según el Observatorio Social de la Caixa. 7 de cada 10 menores tienen móvil y un 34% de familias ni siquiera pone horario.

Vamos, una fiesta tecnológica sin límites… pero no de las divertidas. 

Y aquí viene la parte seria, pero necesaria: estar siempre conectados puede llevarnos a una tremenda desconexión emocional. 

La tecnología, cuando se usa compulsivamente, funciona como un hechizo anestesiante: no pensamos demasiado; el tiempo se esfuma, las emociones difíciles se esconden bajo montañas de vídeos nuevos. Empezamos a compararnos con las vidas idílicas que vemos en las redes. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, se resiente la autoestima, sube la autoexigencia y la realidad empieza a parecer… insuficiente.

Y un día, después de horas pasando vídeos entre TikTok e Instagram, dices:

¿Pero qué soy ahora? ¿Una persona? ¿Un pulgar con wifi? ¿Un filtro de Instagram hecho carne?

Tranquila o tranquilo… tiene remedio. Solo tienes que hacer lo más radical del siglo XXI: APAGAR EL P… MÓVIL, un ratico. (Ufff, me ha salido mi sentido arácnido de mami de jóvenes hechiceras).

Señales de que tenemos saturación tecnológica

1. Sentirse irritable o ansioso si no tenemos el móvil cerca.

Si cada vez que tu móvil se queda sin batería sientes una especie de temblor cósmico interior, como si te hubieran desconectado de la Fuerza, amiga, amigo… estás saturadísima. Eso no es ansiedad, es modo gremlin activado. Respira, sorbe un té. No muerdas a nadie.

2. Consultar el móvil sin motivo aparente.

Momento clásico: desbloqueas el móvil, no miras nada, lo vuelves a bloquear… y a los 20 segundos repites el ritual como si una maldición te tuviera atrapado. No, no te controla un espíritu, lo hace la dopamina. Y tu dedo ya actúa por inercia, como si tuviera vida propia. 

3. Falta de concentración en tareas sencillas.

Si fuiste a buscar una cuchara a la cocina y volviste con una pinza de la ropa, un paquete de galletas y cero cucharas… probablemente la culpa no es tuya, sino de las 87 notificaciones que te marean el cerebro. La magia de la multitarea es una ilusión: es básicamente tu mente jugándote una mala pasada.

4. Tener alteraciones del sueño.

Cuando te metes en la cama y dices “solo un vídeo más, solo un preguntados más…” y de repente los pájaros cantan, el sol sale y tú sigues ahí viendo a un señor montar una casita para su pato. Hermana o hermano, eso no es insomnio, eso es agotamiento embrujado por pantallas. 

5. Sentirse fatigados mentalmente de manera constante.

Esa sensación de “no me da la ida”, “estoy quemada”, “tengo el cerebro como puré de calabaza”… no siempre se arregla con café (aunque yo lo intento, siempre). A veces necesitas apagar la pantalla… y encender las neuronas.

6. No disfrutar de momentos sin dispositivo.

Si estás en un atardecer precioso y lo único que piensas es: «¿Por qué el sol no se pone un poco más a la derecha para que quede mejor en la foto?», amiga… te has ido. Te nos has perdido en el bosque digital. Ven, coge mi mano, regresa al mundo real… Ven hacia la luz. 

7. Postergar responsabilidades por estar conectados.

La clásica frase: “En cinco minutos lo hago”. Tres horas después: sigues viendo vídeos de un hámster comiéndose una zanahoria como si fuera lo más importante del mundo. Y tu pila de tareas te observa desde la esquina como un chihuahua hambriento. 

8. Sentirse desconectado de uno mismo y de los demás.

Esta es la paradoja definitiva: cuanto más conectados estamos al móvil, más desconectados nos sentimos de nosotros mismos. Si necesitas poner música para no pensar, vídeos para no sentir y notificaciones para no aburrirte… puede que lo que te falte no sea contenido, sino silencio. Pero silencio del mágico, del bueno. 

Antes de que el móvil nos adopte como mascota emocional, y no al revés, conviene que tomemos las riendas del asunto. No hace falta dramatizar: no vamos a tener que exorcizar el teléfono ni enterrarlo bajo una luna llena (aunque es tentador… ¿Eh?). Basta con pequeños encantamientos diarios, pequeños gestos que, si se repiten, transforman más que la mejor de mis pociones rosadas.

Aquí van mis conjuros modernos para desengancharse sin sufrir migrañas lobunas:

1. Escoge un día o un ratico sagrado sin pantallas.

Puede ser el domingo por la mañana, que hasta Dios, nuestro Señor, descansó; o los 15 minutos después de despertar. Un micro retiro espiritual sin wifi. Tu cerebro hace reverencias cuando lo pruebas. 

2. Desactiva notificaciones innecesarias.

Si cada ding te hace saltar como si te hubieran lanzado un hechizo sorpresa, es hora de silenciar o bloquear. Quien necesite algo de verdad… llamará, y si no llama, pues mejor.

3. Establece un momento del día para revisar redes. 

Y por favor, que no sea mientras estás con gente. Nada rompe más la magia que hablar con alguien que mira su pantalla como si fuera un oráculo que le debe una profecía.

4. Equilibra lo digital con lo humano.

Un mensajito está bien, pero un paseo con alguien que exista en 3D es más restaurador que cualquier filtro. Reparte tu energía entre el mundo online… y el que huele, respira y te hace reír de verdad.

5. Recupera placeres analógicos.

Leer con las manos, escribir con letra torcida, caminar sin destino, conversar sin prisas, jugar con amigos, crear cosas absurdas, cocinar algo que huela a hogar… Son como vitaminas para el alma que no vienen en formato notificación. 

6. Recuerda que desconectar no es perder algo, sino recuperarte a ti.

Tu atención, tu calma, tus ideas, tu humor, tu creatividad: todo eso está del lado de la creatividad, todo eso está del otro lado de la pantalla esperando que le abras la puerta.

Y todo esto te lo dice, con cariño, chispa y una pizca de purpurina. 

Tú siempre, querida… la Hechicera Rubia.


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3 comentarios

  1. Hay textos que no solo informan: te envuelven, te hacen sonreír y te guiñan un ojo mientras los lees. El tuyo es de esos. Con ese estilo tan tuyo —vivo, descarado y lleno de magia— recuerdas algo fundamental: desconectar del móvil es volver a encender la vida. Entre notificaciones que reclaman atención y pantallas que absorben más de la cuenta, a veces olvidamos que el cerebro necesita pausas, que las risas en 3D superan a cualquier emoji y que la atención es un tesoro que no merece malgastarse en un scroll interminable. Reducir pantallas devuelve tiempo, descanso, presencia y esa felicidad sencilla que se siente en serio. Apagar el móvil no es renunciar a nada; es reencontrarse con lo que nos hace humanos. Y tú lo narras con una chispa que convierte la reflexión en magia.

  2. Querida Hechicera Rubia,💕
    Como bien dices, desconectar del móvil es, en realidad, volver a conectarte contigo. A veces no nos damos cuenta de cuánto ruido nos mete en la cabeza, cuánta calma nos roba y cuántos momentos nos perdemos por mirarlo sin pensar.
    Cuando lo apagamos un rato, vuelve el silencio, vuelve la claridad y vuelve esa sensación de estar presente de verdad.
    No es renunciar a la tecnología, es recuperar espacio interior.
    Un pequeño gesto… que cambia muchísimo cómo te sientes.
    Me ha encantado este nuevo hechizo!! Que realmente hace mucha falta!! ❤️

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